Publicado por Global Energy (abril de 2009)
Francia se enfrentó a la Alemania nazi durante la Segunda Guerra Mundial y le costó la ocupación alemana en el norte de su territorio, hasta que el triunfo de los aliados le permitió ocupar a Alemania. Al término de la guerra, se formó un gobierno provisional presidido por el general Charles de Gaulle, quien con otras seis naciones dieron origen a la actual Unión Europea, veamos:
Después de la guerra, era urgente que prosperara la paz y se reactivará la economía, por ello, franceses y alemanes formaron una alianza, en la que concentraron esfuerzos para fundar la Comunidad Europea del Carbón y del Acero, con el espíritu de potencializar los motores generadores de la industria. De esta forma, la alianza sepultó el fantasma de la guerra y dio entrada a la integración europea.
El 9 de mayo de 1950, el político germano-francés, Robert Schuman , quien es considerado el “padre de Europa”, pronunció un famoso discurso, en el que puntualizó el propósito de la alianza: “que el gobierno someta la producción de carbón y de acero a una Alta Autoridad Común. Con ello, se garantizará el desarrollo económico y cambiará el destino de las regiones que durante tanto tiempo se han dedicado a la fabricación de armas, de las que hemos sido víctimas.”
Las fuerzas en sintonía para el progreso no se suman, se multiplican. Se concretó la alianza formada por Francia, Alemania, Italia, Bélgica, Luxemburgo y los Países Bajos, quienes suscribieron en París el Tratado Constitutivo de la Comunidad Europea del Carbón y del Acero, que entró en vigor el 24 de julio de 1952, con vigencia de medio siglo.
De facto, se generaron resultados positivos para los países que suscribieron el Tratado y es que se logró cuadriplicar la producción de acero con relación a los años cincuentas, garantizando el abasto del carbón en Europa y sobre todo prosperó la paz en la región. El Tratado marcó el inicio de la construcción de la Unión Europea.
En nuestros días, Francia, representa un mercado de 65 millones de habitantes con fuerte poder adquisitivo, es uno de los cinco países más importantes en exportación de bienes y el segundo en servicios. Los inversionistas son atraídos por la calidad de la mano de obra, por su alto nivel de investigación, por el dominio tecnológico, por lo estable de su moneda y el control de sus costos de producción, lo que les permite captar anualmente 81 mil millones de dólares por concepto de Inversión Extranjera Directa.
El poderío francés cuenta con una red de infraestructura en comunicaciones, factor clave para acelerar el crecimiento económico. El inventario estratégico tiene 31,000 kilómetros de vía ferroviaria que les permite transportar a 984 millones de pasajeros anualmente, suman 904 aeronaves que vuelan bajo pabellón francés y que transportan a más de 160 millones de pasajeros al año; además, mantienen fuerte presencia los 212 buques que trasladan 340 millones de toneladas de mercancías.
El núcleo de la política centra sus esfuerzos en el empleo y es que el “hambre hace ladrón a cualquier hombre”, decía Pearl Buck. Por ello, el gobierno francés hace un esfuerzo por incrementar la fuerza laboral que hoy cuenta a 29 millones de trabajadores, que laboran en 3.4 millones de empresas y que consolidan a la séptima economía más grande del mundo, en términos de PIB . Durante el 2007, los gobernados disfrutaron de un PIB per cápita superior al promedio de los Países Miembros de la Unión Europea.
En efecto, los logros han sido favorables, sin embargo, la crisis global es un fenómeno que a todo gobernante preocupa. Se recuerda con afecto el aporte de Honoré de Balzac: “En las grandes crisis, el corazón se rompe o se curte”. Esto a propósito del profundo estrago financiero que requiere de todas las virtudes de Nicolás Sarkozy, quien fue elegido por un mandato de cinco años en mayo de 2007 y que de frente a la catástrofe financiera reaccionó oportunamente dando impulso a medidas de apoyo para la inversión empresarial, manteniendo el empleo y concertando sensiblemente salarios flexibles con el sindicalismo.
En sintonía con esa preocupación, también hay que añadir el tema correlacionado con el sector de energía, pues, las grandes economías requieren de altos suministros de energéticos para transitar por la autopista de alta velocidad en la era de la globalización, de facto, ningún país puede generar riqueza, si carece del suficiente abasto energético que le permita prender con potencia los motores de la economía.
Francia no tiene petróleo, apenas produce 73 mil barriles diarios, lo que los obliga a importar 1.981 millones de barriles al día y operar con 13 refinerías, para dar puntual abasto a un consumo feroz, que se entiende por el tamaño de la industria y por los 32 millones de vehículos que circulan diariamente , situación que los posiciona como la novena potencia consumidora de todo el orbe.
Se le recuerda con generosidad al político austriaco Von Metternich, que decía. “Cuando Paris estornuda, Europa tiene frío”. Francia es el corazón europeo y carece de gas, aparece en la lista mundial en el lugar 43 en producción y 78 en reservas probadas; sin embargo, reporta un alto consumo de 1.740 billones de metros cúbicos.
La insuficiencia energética que padece Francia tiene sus raíces en la crisis del petróleo de 1973, desde entonces sus gobiernos han concentrado grandes esfuerzos para buscar otras soluciones energéticas y de ahí se entiende su enérgico afán por incursionar en el tema de la electricidad. En la actualidad, en esta actividad son octavos en el mundo , con una producción generadora de 573 mil millones de kilowatts , gracias a su poderío nuclear.
De ahí, que las carencias energéticas hayan encontrado actores importantes para contrarrestar los efectos negativos. Uno de ellos, es su principal empresa dedicada al gas natural, la corporación Gaz de France, que fue fundada en tiempo de la posguerra por el gobierno francés. Sin embargo, la modernidad de los años noventas implicó la privatización de grandes empresas como Air France, Telecom, Renault y Thales. Fue hasta que se decretó la Ley del 7 de diciembre de 2006, cuando se privatizó Gaz de France, y le permitió fusionarse con la empresa Suez. El resultado fue positivo, toda vez que se fijó una tarifa para la clase débil, los gobernados pueden elegir a su abastecedor de gas y la empresa se modernizó en sus líneas de negocio.
En efecto, el éxito de Gaz de France se debe a que sus actividades modernas se centran en combinar el gas natural con la electricidad, de ahí que el abasto le sea suficiente; además, reduce las emisiones de dióxido de carbono significativamente y el consumidor paga precios más bajos. Hoy, la empresa es comandada por Jean-Francois Cirelli, que reportó ingresos en el 2007 por 36,458 millones de dólares, cuenta con una cartera de clientes de 14 millones repartidos por toda Europa, con una plantilla laboral de 50 mil trabajadores.
Los logros se construyeron con responsabilidad y es que en el 2003, el gobierno sometió a debate sus políticas rectoras energéticas con visión a futuro, por lo que organizó 250 foros energéticos, en el que participaron: partidos políticos, organizaciones profesionales y asociaciones afines. Los resultados técnicos no quedaron en letra muerta, las conclusiones fueron sometidas a la Asamblea Nacional y al Senado en mayo de 2004 para su proceso legislativo.
Como consecuencia de lo anterior, el órgano legislativo decretó, con fecha de 13 de julio de 2005, la Ley de Orientación de Energía, en la que se establecen cuatro importantes directrices: garantizar la seguridad energética; asegurar un precio competitivo; proteger la salud humana y el medio ambiente, y; garantizar la cohesión social.
Como resultado del aporte legislativo, la producción de electricidad se multiplicó 10 veces en 50 años, tan solo en el 2008, la corporación Électricité de France, reportó ingresos por 85,529 millones de dólares , Forbes la presentó en el lugar 26 la lista mundial del 2008 , la trasnacional es dirigida por Pierre Gaddoneix, quien ha señalado su afán: “el grupo promueve las energías renovables y la eficiencia ecológica en el renacimiento de la energía nuclear”. La empresa significa un orgullo nacional para Francia, quien mantiene el 84.8 por ciento del control de la Corporación.
Con estos avances en tecnología nuclear, Francia produce la más baja emisión de dióxido de carbono per cápita de toda la Unión Europea. Se recuerda la frase celebre pronunciada por quien es considerado uno de los mejores jugadores de fútbol de todos los tiempos, el francés Zinedine Zidane: “la humildad me ha ayudado a triunfar”. Así, con modestia, los franceses apuntan que el futuro está en el desarrollo de las energías renovables como la eólica, la solar y la energía hidroeléctrica.
En el campo de las energías renovables, Francia tiene un promisorio futuro porque tiene grandes recursos hidroeléctricos, gigantes bosques, estrepitosos vientos y magnas superficies. De ahí que, EDF y Gaz de France, hayan potencializado sus inversiones en Investigación y Desarrollo en energías: fotovoltaica, solar y térmica, lo que ha convertido a Francia en líder productor europeo en energía renovable, gracias a una política bien ordenada.
El esfuerzo gubernamental por diluir la dependencia energética por más de treinta años obtuvo sus frutos en el desarrollo de la energía nuclear, la cual está alineada a la política de preservación del medio ambiente; es decir sostenible.
A propósito se recuerda con generosidad a Víctor Hugo “primero, fue necesario civilizar al hombre en su relación con el hombre. Ahora, es necesario civilizar al hombre en su relación con la naturaleza.” Alineado a los compromisos establecidos en el Protocolo de Kioto, Francia decretó en el 2002 el Código de Medio Ambiente, que en su artículo primero establece tres principios rectores: (i) de precaución, es decir, que la carencia de conocimientos no debe retrasar la adopción de medidas efectivas para evitar el daño irreversible al medio ambiente; (ii) de acción preventiva, que consiste en utilizar tecnología a un costo aceptable para aplicarse en la fuente de daños al medio ambiente; (iii) de quien contamina paga, y; (iv) de participación, en el que se incluye a la sociedad en proyectos de desarrollo de impacto significativo sobre el medio ambiente o de planificación.
Está demostrado que la energía sostenible es rentable. El caso de Francia demuestra que las energías limpias generan 33,000 millones de euros anuales y 220,000 puestos de trabajo. La innovación más reciente es el reciclado de los desechos que representa un valioso aporte digno de admirarse.
A nadie sorprende los logros de Francia en materia de medio ambiente, pues fue el primero en ratificar el Protocolo de Kioto en 1997, acudió en el 2001 a Doha, Qatar, dónde dialogó con 60 países productores de petróleo y generó propuestas en la Cumbre Mundial de Desarrollo Sostenible en 2002 y trató con liderazgo en el 2006, la gravedad del Cambio Climático en la Cumbre de San Petersburgo, donde presentó medidas de solución. En todos estos foros internacionales, Francia ha desempeñado un papel crucial para defender con firmeza la aplicación de soluciones que apuntan a garantizar el acceso sostenible a la energía a precios razonables y con estricto respeto al medio ambiente.
Francia demuestra que es posible satisfacer las necesidades energéticas, sin comprometer a las futuras generaciones. Con esta actitud, el país galo transita en el sendero del progreso, con plena conciencia de que las acciones u omisiones en materia ambiental serás trascendentes para el futuro. A propósito de esto último, cito a Charles Louis de Secondat, Barón de Montesquieu: "Si yo supiese algo que me fuese útil y que fuese perjudicial a mi familia, lo expulsaría de mi espíritu. Si yo supiese algo útil para mi familia y que no lo fuese para mi patria, intentaría olvidarlo. Si yo supiese algo útil para mi patria y fuese perjudicial para Europa, o bien fuese útil para Europa y perjudicial para la humanidad, lo consideraría como un crimen, porque soy necesariamente hombre mientras que no soy francés más que por casualidad." Feliz día de las madres.