5.3.09
Petróleo: el caso de Japón
Publicado por Global Energy (Febrero de 2009)
Se trata de una nación que fue devastada en la Segunda Guerra Mundial en 1945. Las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki recibieron el impacto nuclear aniquilando instantáneamente a 143 mil japoneses. Se trata de la mayor masacre en toda la historia de la humanidad. A pesar de exterminio, los japoneses se levantaron del desastre y construyeron un futuro que hoy es digno de admiración, veamos:
Esta nación se inspiró en la necesidad de volver a comenzar. Así, bajo la ocupación aliada en 1947, los japoneses promulgaron su ordenanza suprema, la “Constitución de la Paz”, en la que se establece el anhelo de ocupar un lugar digno en la comunidad internacional, con las naciones que luchan por la preservación de la paz, el destierro de la tiranía, esclavitud, la opresión y la intolerancia. Reconoce que todos los pueblos del mundo tienen derecho a vivir en paz, libre de temor y de la miseria. En el artículo noveno del mismo ordenamiento, se establece que el pueblo japonés renuncia a la guerra como derecho soberano de la nación y la amenaza o el uso de la fuerza, como medio de solución de controversias internacionales. A nuestros días, su Constitución permanece intacta y en vigor.
Los índices de calidad de vida están íntimamente ligados con la paz. El moderno Japón repudia la guerra y es que una nación que no aprende de su historia esta condenada a repetir fracasos, es por ello, que Japón busca la paz. Es oportuno recordar a Einstein, el hombre de las ecuaciones: “...cuando me preguntaron sobre algún arma capaz de contrarrestar el poder de la bomba atómica yo sugerí la mejor de todas: la paz”. De ahí, que los inversores tengan confianza en depositar sus capitales en Japón, dado que se trata de la quinta nación más pacífica, según el Índice Global de Paz de 2008.
Se les debe a ellos un sabio proverbio: se aprende de la victoria, pero mucho más de la derrota. Con valor, iniciaron su reconstrucción con la modernización de sus plantas industriales. Apostaron esfuerzos: en la química, petroquímica y en la maquinaria pesada. A tres años del terror, los japoneses sorprendieron al mundo con una producción industrial superior a la que generaban antes de la deflagración.
La mayor gloria del pueblo oriental está en su levantamiento. Para 1960, el tamaño de su economía superaba a todas las naciones de Europa Occidental, ubicándose sólo debajo de Estados Unidos en términos industriales; en 1964 ocuparon el primer puesto mundial según crecimiento; en 1971 ya eran tercera potencia exportadora y el quinto en importaciones; para la década de los ochentas lograron un crecimiento industrial del 10 por ciento; en los noventas conquistaron el dominio mundial en la fabricación de barcos y abastecían de acero, aparatos eléctricos y vehículos al mundo.
El milagro económico se hizo posible gracias a que Japón se esforzó en construir los medios adecuados para generar a largo plazo crecimiento económico. En nuestros días les favorece su red ferroviaria, en el que viaja el famoso Shinkansen que encabeza la velocidad mundial y se espera para unos años que viajen los trenes de levitación magnética que a control remoto recorren 581 kilómetros por hora. Además, Japón cuenta con más de mil kilómetros de carreteras en las que transitan a diario 74 millones de vehículos; y navegan por los océanos más de 6,519 buques mercantes.
En efecto, el sueño imposible se convirtió en realidad gracias al enérgico afán de perseguirlo. Al cierre de 2008, se mencionan los factores que permitieron el anhelado progreso: la moderada carga normativa, seguridad energética, alta tecnología, inteligentes procesos de producción e innovación, así como sus fuertes inversiones en Investigación y Desarrollo.
Por esos factores, Japón ocupa la novena posición en el Reporte Global de Competitividad, la tercera posición menos inflacionaria, moderados aumentos de costos, incrementos constantes en producción de patentes, altos índices de esperanza de vida. Todo esto le permite a Japón ofrecer a sus gobernados el tercer producto interno bruto más grande en el mundo y un pib per cápita de 37,940 dólares anuales; es decir, generan bienestar para 127 millones de habitantes.
Pensando en grande, mirando lejos, avanzan en el progreso. Con esa filosofía, el minúsculo Japón que ocupa el puesto 61 en términos territoriales y que tiene escasos recursos naturales, es feroz competidor de las grandes ligas del comercio.
Por ejemplo, el gigantesco Brasil, primera potencia económica del Hemisferio Sur, cuenta con extraordinarios recursos naturales, es 23 veces más grande que Japón y otorga a los suyos el lugar 70 mundial en calidad de vida (ONU, 2008). En cambio, el minúsculo Japón que tiene recursos naturales escasos, supera 2.5 veces la economía brasileña, ubicándose en el octavo puesto mundial en el Índice de Desarrollo Humano y es la tercer potencia económica mundial.
Si bien, queda demostrado que el tamaño territorial y los recursos naturales, no son elementos fundamentales para ser potencia económica mundial, hay que decir que Japón no podría generar tanta riqueza sin el motor energético necesario. La hegemonía de Japón depende de la energía nuclear, gas, carbón y petróleo.
En lo que respecta al oro negro, la producción nacional alcanza 130 mil barriles diarios recaudados en trece campos y 145 pozos. Es pertinente recordar al incisivo crítico social George Bernard Shaw, quien sostenía que “solo triunfa quien se levanta y busca a las circunstancias, creándolas si no las encuentra.”
En congruencia, esta nación asiática requiere al día de 5 millones de barriles de crudo, cifra que los ubica como el tercer más grande consumidor, apenas debajo de los estadounidenses y de los chinos. Por ello, es que el activismo económico japonés depende del suministro vía importación.
Japón es el segundo importador de petróleo y el 90 por ciento de su abastecimiento es cubierto por Medio Oriente, región identificada como altamente inestable. De ahí, que las políticas energéticas actuales apuntan hacia otros proveedores, como Rusia, Asia Central y África.
De prosperar esta política energética de diversificación podrían mitigarse las importaciones y abrir nuevas rutas de suministro. Y es que ante la recesión está demostrado que las inversiones en infraestructura energética puede ser factor clave para reactivar la economía, tan lastimada ahora a causa del terremoto financiero que ha cimbrado al mundo y que tiene epicentro en territorio estadounidense.
Ante el derrumbe bursátil mundial, los economistas fundaban sus esperanzas en la llegada de Barack Obama. No obstante, el índice Dow Jones lo recibió con una pérdida histórica del 4 por ciento, la peor caída en un día de investidura. Mientras tanto, los precios por el hidrocarburo tejano siguen en caída libre. Al cierre de la edición, el crudo se colocó en $42.86 dólares por barril. Para Japón, este descenso es favorable, dada su dependencia en importaciones; es decir compra hoy a 47 por ciento de descuento respecto al 2008.
A pesar de la oferta, Japón busca protegerse contra irrupciones inesperadas del suministro de petróleo de Medio Oriente y por tanto ha formado alianza con Rusia e Irán. Las negociaciones han prosperado y están en marcha dos importantes proyectos: con los rusos, desde Siberia hasta Nakhodka, donde se construye un oleoducto de longitud de 4,130 kilómetros para alcanzar un suministro diario de 1.6 millones de barriles. En lo que respecta a los iraníes, se construye un oleoducto para la obtención de 260 mil barriles de petróleo diariamente para el 2012. Estos proyectos podrán atemperar una parte de su dependencia energética, pero sin solucionarla de tajo.
Mientras tanto, los nipones reciben diariamente del extranjero 4.6 millones de barriles de crudo, es por ello, que cuentan con una poderosa capacidad instalada para refinar al día el 92 por ciento de sus importaciones, operada por 31 refinerías, que posicionan a los japoneses como la segunda potencia refinadora en Asia, después de China.
En lo que respecta al gas natural, Japón es el líder indiscutible en consumo. Sin embargo, tampoco cuenta con ese energético. Los problemas se agravan, si se considera que carecen de conexiones de gasoductos internacionales para el suministro y es que el territorio montañoso impide el abastecimiento. Es por ello, que el gobierno generó importantes reformas al marco jurídico para permitir la inversión privada en la construcción y operación de gasoductos. Es intentando lo imposible como se logra lo posible, así las importaciones crecieron un 8 por ciento durante el 2007.
Los asiáticos contrarrestan sus limitantes mediante la energía nuclear. A la fecha ningún país en el mundo alcanza sus niveles de producción, toda vez que cuentan con 52 reactores nucleares con una capacidad de generación de 45.74 GW. La generación es de alto riesgo y el mundo no olvida que en 1999 se presentó un accidente en una instalación nuclear privada de la ciudad de Tōkai Mura, que fue considerada como la mayor catástrofe nuclear desde Chernóbil en 1986. A pesar del evento, la energía nuclear sigue siendo el núcleo de la política energética japonesa.
“La velocidad es irrelevante, si vas por la dirección equivocada”, decía el pensador Gandhi. Con todo y el accidente nuclear, el gobierno japonés persiste en el afán, por lo que las estrategias prevén un crecimiento apresurado del sector. Se planea la operación de tres nuevos reactores para el 2010 y otros seis más para el 2030. La iniciativa generará un aumento del 10 por ciento en emisiones de dióxido de carbono, lo que derrumbaría los compromisos adquiridos contra el Cambio Climático.
Es pertinente recordar al filósofo francés Pierre Teilhard de Chardin, quien afirmaba: “nosotros mismos somos nuestro peor enemigo. Nada puede destruir a la humanidad, excepto la humanidad misma”. Es por ello, que no se puede aceptar el silencio ante las estruendosas alarmas que a gritos vaticina el mundo científico, cabe citar la Declaración del Milenio de Naciones Unidas del año 2000, donde los expertos afirmaron que “no debemos escatimar esfuerzos para liberar a la humanidad y sobre todo a nuestros hijos y nietos, de la amenaza de vivir en un planeta irremediablemente deteriorado por las actividades humanas.”
En ese tenor, son corresponsables los fabricantes automotores. Para el año 2010 circularán mil millones de vehículos en el mundo y con ello, las emisiones de dióxido de sulfuro provocarán extensos daños a través de lluvias ácidas por el planeta. ¿De qué nos puede servir crecimiento económico sin un mundo que podamos habitar?
La más poderosa de todas las automotrices es Toyota Motor Corporation, fundada en 1957 y hoy comandada por Fujio Cho. Produce más de 9.8 millones de vehículos al año, se trata de la octava empresa más importante del orbe.
A nadie sorprende que Toyota sea líder absoluto en tecnología verde. De facto, sus estrategias se centran en la eficiencia del combustible, lo que les ha generado éxito frente a los estadounidenses, quienes sostienen desde 1987 que producir coches eficientes es demasiado costoso y que a sus consumidores no les interesa. (Roberts, 2007).
Recientemente, Toyota presentó el modelo Prius, compuesto por un motor eléctrico y otro de gasolina, dotado de cuatro cilindros, capaz de recorrer 80 kilómetros con apenas 3.78 litros, indiscutiblemente se trata del vehículo más eficiente en el mundo. En sintonía, Toyota anuncia que en el corto plazo, la ciencia de la corporación, le dará al mundo un vehículo que funcionará por paneles solares.”
Cumplidos 65 años de la derrota en la guerra, los japoneses le dan seguimiento a los factores que les dieron rumbo. El minúsculo Japón enseña al mundo, la grandeza del ser humano, que basta el carácter y el liderazgo positivo para revertir realidades. Conviene citar a José Ortega y Gasset, quien afirmaba con cierto sentimiento que “un pueblo no sólo ha de saber vencer, sino también ser vencido. Manifiesta pobreza de espíritu no estar dispuesto a ver en la derrota una de las caras que puede tomar la vida”.
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